martes, 28 de diciembre de 2010

Un amor real

Llego un momento en la vida de Martín que las cosas se habían salido de control. Conoció a una persona de la cual creyó estar enamorado, y creyó que podía controlar ese sentimiento. Ambos entraron en una etapa llena de mentiras hacia ellos, Dios, y a la propia creación. Dejo de formar su espiritualidad, dejó de pensar en las cosas bellas del amor y aquellos detalles hermosos que lo alimentan. Vivió una carrera por avanzar lo más pronto posible con esa persona; por vivir aspectos que sólo una pareja bien consolidad podía vivir. Y al final, todo ello se derrumbó, con el alejamiento de ella, con ese “no” al ofrecimiento de Martín por querer donarle su vida.

La desesperación sumergió a Martín en una profunda tristeza, que lo llevo a cuestionar su posición en este mundo, y de cuál era su camino. Renegó de cada instante que le tocó y le tocaba vivir.

Al pasar las semanas una señal en su camino lo hizo voltear la cabeza para mostrarle que ciertas cosas que había querido rechazar, lo seguían acompañando. Y decidió seguirlas escuchando. Y la esperanza por una vida feliz le fue ofrecida. Y la oración empezó a convertirse en parte fundamental de su vida.

A su vida ingreso esa exigencia de felicidad que su corazón lo llamaba a cumplir. Una exigencia que le pedía dejar y olvidar aquel hombre viejo que tanto lo atormentaba y lo desordenaba. Y aunque la espera fue muy larga, su silencio la maduró.

Hoy, que la luz venció a las tinieblas y el plan de amor se cumplió, Martín ve renacer en su corazón una esperanza de felicidad, ve la posibilidad de ver cumplida esa exigencia. Es que primero ha llegado a amar con todo su ser a quien dio su vida por él hace miles de años, y tras un indiscriminado examen de conciencia, supo comprender que la fe trajo hacia él aquel amor verdadero, comprendió que “el amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”(San Pablo)

Hoy, asume nuevamente esa alegría, pues la presencia de esta caricia de Dios, a pesar de que no sabe mucho de ella, no comprende mucho de ella…a Martín le alegra su presencia. Su corazón dibuja una sonrisa en su rostro cada vez que ella está a su lado.

Martín percibe que este si es un "Amor real". Pero también sabe que la lucha continua, pues cada instante el enemigo esta pendiente de cualquier descuido.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Llegó, enseñó y se fue.

Cuando Roberto tuvo en brazos a Gabriel por primera vez, sintió como el mundo desparecía a su alrededor. Que todo lo que tenía sentido para él, antes de ese hecho, no tenía sentido nunca más. Tenia a su hijo en brazos, y su corazón se regocijado de alegría, latió a mil por hora en unos cuantos segundos. El ser más esperado por él, había nacido.

Gabriel, fue el nombre que escogieron Milagros y Roberto para su bebé y es que no iban a equivocarse, pues su llegada anunciaría una crisis en su vida, muy profunda.

Al pasar los meses, Gabriel fue expresando ciertas deficiencias para poder realizar actividades que normalmente podía hacer un niño de su misma edad. Ya había cumplido el año y sus brazos no eran lo suficientemente fuertes para que pueda avanzar gateando más de 5 metros. Y no mostraba signos de querer caminar. Los médicos aún no querían dar un diagnostico exacto de lo que podía pasar con él, pues era muy pronto, argumentaban.

Llegado el año y medio, empezaron los exámenes, y tras varias sesione en pediatría, neurología y traumatología, el diagnostico fue rotundo y final. El pequeño Gabriel, tenía "distrofia muscular infantil". Una enfermedad que degeneraría poco a poco sus músculos, produciendo que estos jamás se desarrollen correctamente, y que el pequeño pierda las fuerzas de sus extremidades cada vez mas.

La noticia fue rechazada por Roberto, no quiso aceptar que el hijo que había esperado con tanto amor, tenga esta enfermedad. Ahora, después de tantas noches velando y cuidando su sueños, lo veía como un ser extraño, como un error de cual no quería hacerse cargo. Los problemas empezaron a surgir con Milagros, pues la desidia con la que trataba el tema de la enfermedad de su hijo era insoportable para la madre, quién también sufrió cierta decepción al saber la noticia; pero su ser, su sentido maternal impidieron que este sentimiento tenga raíces. Y decidió luchar por sacar adelante a su hijo. Actitud que contrastaba totalmente con la de Roberto.

Ambos discutieron constantemente con respecto al cuidado del bebe, pues Milagros necesitaba salir a comprar en ciertas ocasiones, y no podía llevar a su hijo. La actitud de Roberto se había convertido en una negación total a la existencia de aquella criatura, cuando ella le solicitaba que lo cuide.

Así fueron pasando los meses. Milagros de pronto cayó en cama, los médicos no encontraban la causa de su estado, de pronto empezó a bajar de peso, las fuerzas empezaron a faltarle, y las pocas que le quedaban las ofrecía día y noche al cuidado de sus bebe, que ya con dos años y medio, por lo menos podía sentarse derecho. Por otro lado, Roberto cuidaba de ella, siempre estaba pendiente por las noches de ella. Al regresar del trabajo lo primero que hacía era ir a verla, y la mayoría de veces la encontraba dormida, y en sus brazos, aquel hijo que él aún rechazaba.

La salud de Milagros empeoró. Fue necesario hospitalizarla, sin saber que nunca más regresaría a su hogar, ni vería más a su bebe. La madre de Roberto se llevo a la criatura, y lo cuidó tan bien como Milagros lo hacía, mientras a ella la vida se le iba apagando.

Y sucedió así, una mañana que Roberto llega al hospital, la triste noticia derrumbo todas sus ilusiones. "Milagros había muerto durante la madrugada". Después del entierro Roberto pasó varios días sumergido en un profundo dolor, el más grande que había podido experimentar.

Cierto día tocaron a su puerta, era su madre, quién en brazos le traía a "su hijo". Roberto sólo atino a decirle que lo deje en el cuarto, dentro de la cuna. El pequeño Gabriel ya contaba con 3 años, y cada vez necesitaba más ayuda, para poder movilizarse. Es por eso que su abuela decidió quedarse con ellos por un buen tiempo, mientras la situación emocional de Roberto mejoraba.

En los días y meses posteriores Roberto fue descubriendo algunas circunstancias que hicieron mella en su forma de pensar sobre su hijo. Tuvo la obligación de ayudarlo a comer, a lavarse, a ir al baño, y otras actividades que nuestra propia humanidad nos solicita. Y en ese transcurrir, Roberto fue descubriendo que el pequeño Gabriel, con el pasar de los meses iba adoptando los gestos y las facciones de su madre, de la esposa de Roberto.

Pero descubrió también que aquel pequeño poseía la habilidad de hacerlo sentir lleno de vida, con muchas fuerzas. Siempre que él se lo permitía, y el pequeño lograba acariciarle alguna parte de su rostro, Roberto sentía una paz interior muy grande, una energía recorría por su cuerpo. El rechazo hacia el pequeño Gabriel había disminuido. Llegó un momento en el que Roberto no podía dejar de hablar de su hijo, de su futuro, de las opciones que tenía en esta vida a pesar de su enfermedad, estaba aprendiendo mucho sobre aquella enfermedad. Su madre sólo lo observaba, complacida con el hijo que tenía "ahora", convertido en el padre que debía ser.

Cada domingo por la mañana, después de misa, Roberto llevaba a su hijo a ver el mar, lo sentaba en su coche de tal manera que podría ver la extensa masa de agua. El pequeño ya había empezado a hablar y estaba cerca a los 4 años y medio. Y como el corazón de Roberto se regocijaba de amor cuando escuchaba la palabra "papá" salida de los labios de ese pequeño ser; pero gran ejemplo de vida para él. Roberto conversaba con él, le explicaba muchas cosas acerca del mundo, acerca de vida, acerca de ellos. Gabriel, como un alumno, concentrado y sin perder la mirada y los labios de su padre, escuchaba como es que aquel hombre tan culto, le absolvía todas las dudas que tenía.

Llegó el día del bautizo de Gabriel, y el corazón de Roberto no podía contener la alegría de ver a su pequeño hijo recibir la bendición y el ingreso a ese primer sacramento, que lo confirma como hijo de aquel que le dio la vida a ambos.

Pero aquellos meses de ardor en el corazón por el más profundo amor, se vieron empeñados con las repentinas idas y vueltas del hospital. Pues al pequeño al Gabriel sus órganos ya le habían empezado a fallar, era una de las consecuencias de tal enfermedad, tal vez la más triste y dolorosa.
Pero para Roberto todo esto le causaba una consternación terrible, pues a pesar que los médicos, con los exámenes que le hacían a su hijo, decían que todos sus órganos estaban muy mal, el pequeño no mostraba signos de tener grandes molestias, por el contrario, cuando Roberto iba al hospital a verlo, cada vez lo veía con mas vitalidad, e inclusive le pareció que había ganado más fuerzas en sus brazos y piernas, pues lo sentía en sus abrazos. Roberto, se sentía el padre más orgulloso del mundo, pues su pequeño estaba luchando, y no se dejaba amilanar por una simple enfermedad.

A así como Gabriel llego a su vida, para anunciarle que su vida no sería igual después de su llegada, de igual manera se fue, anunciándole que todo cambiaba para él.
Una mañana, así como lo recibió en brazos, también se despidió en esos mismos brazos, sin anunciar el más mínimo dolor, solo una sonrisa bastó para decirle adiós, las más hermosa que pudo haber visto Roberto. Mirándose uno al otro se dijeron adiós. Gabriel cerró los ojos, y su transición al cielo fue tranquila, y cubierta por miles de ángeles a su alrededor.

Hoy en día, Roberto se ha casado nuevamente, ha vuelto a amar, sin dejar de amar a Milagros y Gabriel, y es que en el corazón de un hombre que comprende el verdadero valor de la vida, nunca falta espacio para amar.

Él y su esposa adoptaron a una pequeña niña; pero no a cualquier niña.

Silvia fue abandonada cuando tenía 6 meses de nacida. Ahora, a sus 2 años de vida le fue detectada distrofia muscular infantil, pero en contraste posee un gran corazón para compartir. Y seguro que con los cuidados de Roberto y su actual esposa, tendrá una vida llena de amor y profundo respeto.