viernes, 7 de diciembre de 2012

La decisión mas peligrosa del mundo



Suena el despertador y Enrique solo atina a estirar la mano para apagar ese bendito aparato que día a día lo tortura, siempre a las seis de la mañana. Y aunque noche tras noche se acuesta con la convicción de que el siguiente día será diferente, no siempre es así. Apaga el despertador y vuelve al sueño.

Hoy Enrique, al parecer caerá en la batalla.

Tras coger el despertador, lo apaga, vuelve a meter su brazo bajo la sabana; pero por alguna razón, una voz en la cabeza le inquieta y no lo deja seguir durmiendo. Y es que en una hora debe salir al trabajo.

Los ojos cerrados, el cerebro aun despertando, el cuerpo sin fuerzas...y Quique piensa en tirar la toalla. Pero nuevamente la voz, nuevamente esas palabritas de aliento. Como si dentro de él estuviera todo una tribuna gritándole que si puede, silbando y haciendo olas para que pueda salir de la cama. Y debe tomar ya una decisión. 

Quince minutos más le dice el cuerpo, pero el corazón comienza a reaccionar, y pide fuerzas, y la sangre comienza a circular más fuertes. Abre los ojos, y como todas las mañanas, a la derecha de su cama, la mano amiga que siempre lo acompaña, una mano de madre que jamás lo abandona, a pesar de ver todo lo que hace a los ojos del mundo y a solas, siempre lo acompaña.. Una figura de la Virgen María.

Y comienza a recordar aquello que hace poco leyó:

"Por esta misma razón, poned el mayor empeño en añadir a vuestra fe, la virtud;
a la virtud, el conocimiento
al conocimiento, la templanza
 
Y se cuestiona, se pregunta por todas esas cosas que aún no hace, por aquel disgusto que tuvo con madre la noche anterior, y se acostó con ese dolor en el corazón. Recordó la poca disposición frente a la ayuda que le solicitó un amigo, recordó muchas cosas que no le han dejado ser un mejor hombre.

Y piensa en los sufrimientos de otras personas, en la dicha que tiene él de tener un lugar donde comer y dormir, tantos detalles que le ha dado Dios, y tan poco es lo que ha hecho para agradecerle tanto. 
 
Templanza, templanza, templanza...resuena en su cabeza. Y se levanta, y se persigna, y sale del su cuarto. Una batalla más ganada. 

A diferencia de ayer, que se perdió la batalla, hoy Enrique ganó; pero la guerra continua, y seguro será su gran lucha; pero lo importante es que jamás tome la decisión más peligrosa del mundo, darse por vencido.