domingo, 9 de enero de 2011

Siempre es tiempo

Asumir las consecuencias de sus actos siempre fue un problema innato para Javier. Desde niño fue cultivando en su despistada cabeza la sensación de inseguridad en cada una de las acciones que realizaba. Y es que la protección de la cual fue víctima, una indiscriminada protección por parte de sus padres, no fue necesariamente una ayuda para él.

Sus padres, intentando que él no pueda pasar las grandes penurias que ellos pasaron de niños; ofrecieron a Javier el más dulce y cálido hogar, lleno de esperanzas, pensamientos positivos y sumergidos siempre en una constante alegría, muy superficial(algo de lo que Javier se daría cuenta tiempo después) . Pues se le ocultó muchos problemas, inclusive cuando ya tenía edad para asumirlos y comprenderlos.

Al llegar a una edad considerable, en la que sus emociones ya podían afectar de sobremanera cada uno de sus actos, y sus sentimientos podían afectar ya su forma de comunicarse con el resto, Javier se choco con la dura realidad: No todo lo que él creía, era necesariamente así. En el mundo hay muertes, mentiras, desesperanza y maltratos.

Esa fue la filosofía con la que fue creciendo, en la medida que los días y la noches pasaban sobre su ser. El problema radicaba en que Javier nunca intento reconciliar aquellos temas de alguna manera, siempre dejo pasar cada una de las oportunidades que se le ofrecían. Y es que su hora aún no llegaba.

Asumir que ciertas opiniones de él, que ciertos actos, no estaban en acorde con el mundo, sembraron en él raíces de frustración en su corazón, y desesperanza total por compartir sus ideas con el mundo, con la gente. Poco a poco, su corazón fue cubriendo esa hambre de búsqueda interior con actitudes hedonistas y narcisistas. Y es que el mundo lo fue consumiendo a medida que él crecía.

La muerte de su madre terminó por romper esa relación, termino por refundir en lo más profundo de su corazón su ser espiritual, refundió esa búsqueda interior, de la cual quedaba aún una pequeña chispa. Y se entregó al mundo, a ese mundo hedonista y narcisista, pues su hora aún no llegaba.

Fueron años de una seudofelicidad cubierta por una máscara llena de falsos amigos, falsas relaciones y falsos dioses. Aquella utopía negativa que había creado Javier en su mente, había caído, y germinado en su corazón.

Pero entonces sucedió que se enamoró de la presencia más bella que el pudo haber visto en este mundo, y ella le correspondió; y vinieron años de cierta paz, de un olvido de aquellas ideas hedonistas que Javier tenía en el corazón. Su corazón volvió a creer, a soñar como un adolescente enamorado. Aquella luz que se apagó hace años, volvía relucir en sus ojos. Era un aviso de lo que en verdad es el verdadero amor. Pero su hora aún no llegaba.

Pero, aquel que mueve el mundo, le tenía aún preparado muchas cosas, y no necesariamente agradables a los ojos de Javier.

El llamado a la casa eterna de su amada, a tan temprana edad, lo sumergió en una tristeza terrible. Sus ojos se apagaron nuevamente, su mirada recobro esa frialdad, y su andar se volvió invisible a los ojos del mundo…otra vez.

Y el hedonismo volvió, y así los años lo fueron consumiendo, y su vida se fue apagando lentamente frente a los ojos de cada persona que transcurría por su lado, frente de cada jefe que lo gritaba por llegar tarde, frente de cada mujer que quiso volver a amar; pero nunca pudo hacerlo nuevamente.

Así llego a una edad madura, así llego a la vejez, así llego a estar postrado en una cama de hospital, sobreviviendo de la caridad de la gente.

Ahora, sin fuerzas para levantarse, con los últimos suspiros de su vida, la mirada tierna, y sin más que pensar que en su pasado, se pregunta ¿En qué momento perdió la batalla? ¿En qué momento perdió la esperanza para su vida?¿ En qué momento perdió el horizonte de su existencia?

Y mientras mira a ese hombre vestido de negro, con un libro en la mano, que le unta en la frente un líquido, mientras dibuja una cruz, viene a su mente una imagen cuando de joven, después de recibir el sacramento de la confirmación, un hombre parecido se le acerco y le dijo: “¿Has pensado en seguir a Cristo toda tu vida?” y recuerda su actitud de sorpresa y su “no” a esa propuesta, tan extraña para él. Pero por un instante pensó en cómo hubiese sido su vida si su respuesta hubiese sido “si”. Por un instante se preguntó ¿Quién es Cristo hoy? Por un instante se preguntó ¿Qué hizo Cristo por mi? Y estás preguntas lo fueron acompañando mientras iba cerrando para descansar el sueño eterno. Y su hora por fin llegó, pues conocería el verdadero amor.