¿Cuántas veces nos ha pasado? ¿Cuántas veces nos hemos hecho una cantidad de preguntas antes de tomar una decisión que creemos es la que marcará nuestra vida? Y hemos fallado algunas veces, y otras le hemos atinado, y aún mas, en otras aún no descubrimos sin fue correcta o incorrecta la decisión.
Considero que darle vueltas a un asunto no es un tema de inmadurez; solo cuando esta preocupación contempla varios ámbitos de nuestra vida. Cuando en nuestra decisión incluimos el ver los pro y contras no solo hacia nosotros, sino también a los que están a nuestro alrededor. Y es aquí donde el demonio puede empezar a jugar con nuestras emociones, y debilidades. Porque si el sabe que si tomamos una buena decisión, estaremos rumbo al cielo; y él buscará que optemos por la mala como de lugar, valiéndose de nuestras debilidades y pecados.
Frente a ello, podemos buscar un si fin de fuentes para que nos ayuden a tomar la decisión, y todas pueden darnos un sin fin de ideas y orientaciones; pero es la naturaleza humana la que nos habla. Y entonces ¿A quién escuchar?
Hace una semana, mientras iba en el bus, un papara con su hijo iban a mi costado. El niño, de unos 3 años, estaba en esta etapa del ¿por qué? que pasa todo niño Y me parecía interesante como resaltaba en el padre la paciencia para poder responder todas las preguntas del niño...todos los ¿Por qué? Y el niño no dejaba de preguntar una y otra cosa.
Si decimos que somos hijos de Dios, que él nos hizo con la principal función de amarlo y respetarlo, considero que sabemos muy bien a quien preguntarle frente a nuestra dudas o tribulaciones; pues como padre "poderoso", capaz de hacer lo que quiera con el mundo, sabrá el por qué de tales cosas y con su palabra nos podrá dar la tranquilidad de tomar la mejor decisión.
Pero no es fácil, porque no siempre esa respuesta va a ser como queremos que sea; por el contrario, la respuesta sea posiblemente la que no queremos, y es ahí donde nuestra rebeldía, como adolescentes, aflora y no queremos aceptar. Pero recordemos que Dios es como esa mamá o papá que nos guían para nos irnos por las escaleras cuando estamos empezando a caminar. Y a pesar de que renegamos, porque no vemos ese peligro, debemos escucharlos.
Escuchémoslo, entremos en silencio, dejando de lado nuestras subjetividades y gustos para poder estar atentos a sus suaves palabras. No dejemos que el maligno gane la batalla, pues Dios nos quiere junto a él al final de los tiempos, y nos cuida siempre.