viernes, 26 de julio de 2013

La medida correcta


A menudo creemos que todo va bien en nuestra vida, pues tenemos un trabajo, los estudios, una vida social buena (creemos que tenemos amigos de verdad), que no nos portamos mal (según nuestros propios criterios o mejor dicho los criterios del mundo de hoy), y eso basta. Pero nunca nos sentamos a ver nuestra propia exigencia interior. Y es que en el fondo sabemos que nuestro corazón “siempre” anhela algo más para ser felices. Y cuando ese algo quiere empezar a gobernar nuestra vida, insertando en nuestro corazón criterios que de verdad nos podrán hacer verdaderos hombres (dejar vicios, alejarnos de ciertas ambientes y personas, pensar diferente, etc.), no permitimos que moldeé nuestra vida según su plan, simplemente no nos gusta, cerramos la puerta a asumir esa nueva vida y le damos la espalda.

Y efectivamente todo cambio cuesta, y en muchas ocasiones duele mucho, pues ese hombre viejo al que queremos dejar se aferra mucho más a nosotros cuando descubre nuestras intenciones de vivir santamente.
Y entonces toca preguntarnos si quiero ser alguien que solo CREE QUE ACTUA BIEN frente a los criterios del mundo o tener la certeza total que estoy llevando una VIDA DIGNA DE MERECER LA ETERNIDAD, EL CIELO.

Durante este tiempo vengo descubriendo que conformarme a la figura del Señor Jesús, verlo a él como modelo de perfección en sus acciones, gestos y palabras, debe ser la medida para todos mis actos: perdonar, corregir, mirar, hablar, escuchar y sobre todo "AMAR".


Alfredo.