domingo, 8 de mayo de 2011

En algún lugar del tiempo, hasta pronto.

Cuando las dos trompetas y el clarinete decidieron entonarte esa última melodía en la sala de tu casita, allá en tu tierra natal; ya todos comprendimos lo que se venía. Era el momento de decirte adiós.

Te acompañamos hasta donde la vida nos permitió hacerlo, pues te lo merecías; porque nos dejas un gran ejemplo. A una persona así no se le podía dejar sólo en este último tramo de su vida terrenal. Y a pesar de todas las circunstancias que se presentaron camino a tu querio pueblo, a tu querida Sumbilca, decidimos seguir adelante. Pues ni el accidentado camino, ni la baja temperatura impidieron que sigamos acompañándote. Y algunos, que regresamos a tu pueblo después de 10 o 12 años, pudimos ver que el fruto de tu trabajo a dado resultados importantes en tu querida tierra.

Aunque toda la familia es consciente que esto es sólo un instante que nos separamos, y que en algún lugar del tiempo nos volveremos a encontrar, a pesar de comprender ello, no podemos dejar de sentir ese inmenso vacío en el corazón.

Tus 91 años se llevan contigo una cantidad de anécdotas, que nacieron desde tu tierra natal, Sumbilca, hasta tu casita que con tanto amor y sacrificio construiste para tu descendencia. en Lima. Esta descendencia que difícilmente puedrá llegar a opacar lo que fuiste mientras nos acompañaste en esta vida.

-Dos veces alcalde de tu pueblo. Fuiste a conversar con el Presidente de la República para abogar por tus hermanos, por tu gran amor, tu tierra, para mejorar el acceso y la atención de los servicios básicos.

-Presidente de la comunidad. Principal culpable de que tu pueblo tenga luz eléctrica hoy en día. Y cuanto te lo agradecieron hoy tus hermanos comuneros, algunos contemporaneos tuyos, cuando se despedían de ti.

-Profesor de tu querido colegio San Juan Bautista, en donde quedó marcado tu gran amor por la patria, por el correcto uso del uniforme y las reglas que debe seguir todo estudiante. Y así formaste también a tus hijos, que hoy inmensamente te lo agradecieron, ante de ver tu rostro por última vez.

-Padre amoroso. No tengo en mi memoria, ni un recuerdo de ti gritando a mi padre, mis tías o tíos. Tu don de hacer entender las cosas a la gente con esa paciencia especial para explicarlas te hizo diferente.

-Esposo dedicado. Sólo en estos últimos meses llegué a escuchar que le alzabas la voz a mi abuela cuando le hablabas, y es que no era porque te enojabas con ella. Era para que pueda escucharte. Siempre dócil cuando ella te llamaba la atención, y así fuiste durante esos casi 70 años a su lado. En los que demostraste una paciencia única para una persona con un carácter tan particular. Recuerdo que hasta el último, si no la veías por más de 10 minutos, ya estabas preguntando por ella, y a pesar que discutían la mayor parte del tiempo, era muy evidente que no concebías tu vida sin ella, no concebías tus espacios sin esa mujer que te dio 9 hijos.

-Abuelo. Recuerdo de niño cuando me pedías mi libreta de notas, y tras revisarla me dabas mi propina, pues te encantaba ver puros azules. Y aunque sé que ya no soy digno de ello, me alegra que puedas haberte ido con esa imagen de tus nietos, pues recuerdo que hasta tu último cumpleaños, no hace más de 2 semanas, me preguntaste que estaba haciendo, y tras decirte(por enésima vez en estos últimos 3 años, pues ya tu cabecita te estaba jugando malas pasadas) donde trabajaba y que definitivamente quería seguir ejerciendo esta carrera en la que te jubilaste,una gran sonrisa se dibujó en tu rostro.

Te encuentras con tus hijos, Arnaldo, Mercedez, César y Alfredo. Y junto a ellos, tu padres. Y seguro ese antecesor español del cual me hablaste que descendiamos, a quien ahora si le podrás preguntar por ese escudo familiar del que me hablaste algunas vez y asegurabas que existía en el país de Garcilaso de la Vega.

Adiós. Será difícil poder obviar ese legado que nos dejas, esa huella que dejas impregnada en la memoria y el corazón de cada persona que tuvo la bendición de conocerte. Seguro que te equivocaste, que tuviste tus errores, como todos lo hemos tendio; pero la verdad, no recuerdo ninguno, por lo menos el tiempo que estuve contigo, no recuerdo ninguna falla tuya.

Te fuíste con tu rosario sodálite, aquel que compré para alguien muy especial, y de verdad que se fue con alguien muy especial, y nadie mejor que tú para llevártelo.

Hasta la próxima Víctor Delfin Alonzo Rondón.